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Gustav Klimt


Gustav Klimt
Fotografía: Internet - Dominio Público
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ustav Klimt (1862 - 1918), nació en una pequeña localidad próxima a Viena, Baumgarten, siendo el segundo de siete hermanos, cuatro mujeres y tres varones. Su padre era un artesano grabador en oro, que con su trabajo no lograba sacar a su familia de la pobreza. Gustav, gracias a su precoz talento, a la edad de catorce años recibió una beca estatal para estudiar en la Kunstgewerbeschule (Escuela de Artes y Oficios) de Viena, donde pronto sobresalió como pintor y dibujante y sus primeras obras le valieron un éxito inusualmente precoz, aunque dentro del estilo académico en el que se había formado.

Gustav Klimt Idilio, 1884, Óleo s/tela
Kunsthistorisches Museum, Viena

Fotografía: Dominio Público (vía Wikimedia Commons)

Junto a su hermano Ernst, que había ingresado a la misma escuela en 1877, y a un amigo de ambos, Franz Matsch, crearon un grupo que se hacía llamar Compañia de Artistas y que ya hacia 1880 trabajaban en modestos encargos de decoración o colaborando como aistentes de su profesor en la decoración del Kunsthistorisches Museum de Viena; incluso el rey de Rumania, Carlos I, les encargó la decoración de la escalera de su castillo en Peles. Disuelto el grupo, Klimt comienza a trabajar en forma independiente decorando los interiores de diversos edificios públicos en el Ring de Viena, la avenida de circunvalación del casco antiguo de la ciudad que reemplazó las antiguas murallas. En 1888, tras su trabajo en los murales del Burgtheater de Viena, recibió la Orden de Oro al Mérito, de manos del Emperador Francisco José I. Fue nombrado miembro honorario de las Universidades de Viena y de Munich, alcanzando así una posición de alto prestigio profesional en la Viena de fin de siglo.

Hasta ese momento, su estilo se mantenía dentro de los límites del academicismo que había recibido de sus maestros, aunque ya en sus últimas obras habían empezado a aparecer algunas alegorías, anticipando la que sería una característica de su obra posterior. En el año de 1889 Klimt viaja por Italia visitando Venecia, Florencia y Rávena donde descubre los mosaicos bizantinos y el trabajo con pan de oro en los íconos, quedando realmente fascinado; la influencia de estos descubrimientos sera facilmente distinguible en su obra posterior. En 1892 fallecen su padre y su hermano Ernst, tragedia que afectó profundamente al artista y debe haber influido en alguna medida, en la redefinición de su estilo, rechazando los principios neoclásicos de su formación académica, que definían su obra anterior, volcándose en sus creaciones a las corrientes simbolista y modernista que se expandían por el arte europeo.

Friso
Gustav Klimt, Friso Beethoven, 1902, Muro central
Mural pintado a la caseina, estuco y dorados sobre muro en el salón de exposiciones de la Secession vienesa

Fotografía: Internet - Dominio Público

La última década del siglo XIX es el momento decisivo en el que hace eclosión su nuevo estilo, que lo colocará en el lugar que hoy ocupa en la Historia del Arte. También este nuevo estilo producirá reacciones de todo tipo, tanto de aceptación como de rechazo, este último debido al alto componente erótico que Klimt introducía en sus obras. Es también durante esta década cuando conocerá a Emilie Flöge, una diseñadora de modas y empresaria austríaca, habitué de la bohemia vienesa, que se convertirá en la mujer que lo acompañará durante toda su vida aunque nunca se casó con ella, y la que soportará todas sus múltiples infidelidades. Klimt se obsesionaba con las mujeres que posaban para él y llegó a tener amoríos con nuchas de ellas, algunas damas de la alta sociedad que requerían ser retratadas por él. (Se afirma que la modelo de Judith con la cabeza de Holofernes fue Adéle Bloch-Bauer, una dama de alta alcurnia que habría tenido una relación amorosa con el pintor que tardó tres años en realizar el retrato adjunto bajo estas líneas y que en 1912 terminara un segundo cuadro de ella, caso único entre las mujeres retratadas por Klimt.) Está documentado que Klimt habría tenido 14 hijos, aunque ninguno con Emilie. A su muerte hubo 14 reclamos de paternidad y pension alimenticia, pero solo tres fueron aceptados, uno era el hijo de una lavandera de Praga, María Ucicka; los otros dos eran hijos de Mizzi Zimmermann, una bella modelo que fuera su amante y que se le atribuye haber sido la que posara embarazada de un niño (que fallecería a poco de nacer), para otro de los cuadros en que Klimt rompe el molde de lo aceptado y establecido; se trata de “Esperanza I” donde Klimt aborda un tema “tabú” en la pintura: el desnudo de una mujer encinta.

Gustav Klimt, Judith con la cabeza de Holofernes, 1901
Fotografía: Internet - Dom.Público
Gustav Klimt, Las tres edades de la mujer, 1905
Fotografía: Internet - Dominio Público (via Wikimedia Commons)
Gustav Klimt, Retrato de Adèle Bloch-Bauer, 1907
Fotografía: Internet - Dominio Público (via Wikimedia Commons)
G. Klimt, EsperanzaI
1903, Gal.Nac.Canadá
Fotografía: Dominio Público (via Wikimedia Commons

Gustav Klimt, Filosofía, 1899 - 1907
Fotografía: Dom. Público (via Wikimedia Commons)

Gustav Klimt, Medicina, (detalle), 1899 - 1907
Fotografía: Dom. Público (via Wikimedia Commons)

En 1897, junto con otros artistas y arquitectos (como J.M. Olbrich), integra el grupo fundador de la Wiener Sezession y fue su primer presidente. El grupo reunía a artistas jóvenes que repudiaban el historicismo de la Academia y se proponía difundir las obras y objetos modernistas europeos y la obra de sus miembros, mediante exposiciones que realizaban en un edificio propio, diseñado por Olbrich, arriba mostrado. Si bien tuvieron cierto apoyo oficial (el terreno para la sala de exposiciones fue cedido por el gobierno vienés), las obras de sus miembros no solían tener la aceptación del público. Por otra parte los pintores del grupo no tenían una orientación estilística común, entre ellos había naturalistas, simbolistas y realistas; lo único común que los reunía era su antiacademicismo. Klimt abandonó el grupo en 1908.

En 1894, Klimt había recibido el encargo de tres pinturas para decorar el techo del Aula Magna de la Universidad de Viena. Debían ser alegorías referidas a la Filosofía, la Medicina y la Jurisprudencia; la presentación de Klimt pasaba por el tamiz de su propio lenguaje pictórico, el simbolismo y las formas realistas de una alegoría clásica, haciéndo una obra de fuerte contenido sexual y provocativo, que muchos considereron directamente “pornográfica”. Las protestas de políticos y personalidades de la cultura, el arte y la moral pública, decidieron a la Universidad a no instalar las obras, que quedaron sin exponer y, finalmente, fueron destruidas por las fuerzas nazis durante la Segunda Guerra Mundial. A partir de ese momento, el pintor decidió no aceptar ningún encargo oficial más y se reafirmó en su personal estilo provocador y voluptuoso, con un frecuente uso del desnudo femenino. Es el comienzo de su fase dorada, dominada por luminosos amarillos y el uso frecuente del pan de oro.

G.Klimt, Nuda Veritas, 1899
Biblioteca Nac. de Viena
Fotografía: Internet - Dominio Público (via elgeniomaligno.eu)
G.Klimt Friso de Beethoven, Detalle
Fotografía: Internet - Dominio Público

Como si fuera una respuesta a la pacateria de las autoridades y la sociedad en general de la Viena finisecular y, a su vez, una declaración de principios de lo que será su estilo a partir de ese momento, Klimt pinta en 1899 la “Nuda Veritas” (La Verdad Desnuda), un desnudo completo frontal de una mujer sosteniendo en su mano un espejo orientado al espectador, el “espejo de la verdad”, como pretendiendo que éste al mirarla, se viera a si mismo reflejado tal cual es. En clara alusión a sus críticos, la obra tiene una cita de Friedrich Schiller: «Si no puedes agradar a todos con tu arte, agrada a unos pocos. Agradar a muchos es malo.» Una amplia y larga cabellera rojiza que, sin embargo, no llega a cubrir totalmente los senos, enhebrada con flores blancas, la mirada desafiante, el vello púbico exhibido sin pudor, todo la imagen constituía una ruptura con el arte clásico y un reto para un público (y una crítica) que no podía digerir tanta innovación que ponía en cuestión la moral aceptada.

En 1902, la Secession realiza su XIV Exposición con un tema único: un homenaje a Ludwig van Beethoven en el 75 aniversario de su fallecimiento. La pieza central de la muestra era una escultura policromada del músico, de gran tamaño, obra del escultor Max Klinger. Klimt decide realizar un gran friso que recorriera tres paredes de la sala izquierda del edificio[1] de la Secession. Una obra con una extensión total de 34 metros por 2 de alto que ha recibido el nombre del Friso de Beethoven (que analizamos en página aparte) y que pasó a ser una de sus obras maestras, no solo por su monumentalidad, sino también por su elaborada concepción. La obra no escapó al ambiente hostil con que generalmente el público recibía las obras de los pintores de la Secession. Aunque muchos artistas elogiaron el Friso, (Rodin felicitó a Klimt, durante su visita a la exposición, y calificó el Friso como trágico y divino), en general los visitantes la consideraron “desagradable” y los críticos de arte escribieron páginas con despiadados análisis sobre ella. «Con un refinado sentido de lo ornamental y con verdadero gusto (...) se representan aquí las formas y cosas más repugnantes y asquerosas que hayan salido jamás del pincel de un pintor. Sodoma y Gomorra “up to date”, en frac con pajarita blanca y gardenias en los ojales. Una depravación soñada por una imaginación apocalíptica se desprende de estas figuras esmirriadas o hinchadas...» o este otro comentario «...las mujeres más desagradables que he visto nunca...» dan una idea del tenor de las críticas recibidas. “Delirio”, “escenas patológicas”, “desvergonzadas caricaturas de la noble figura humana” o “las imágenes de la Impudicia en la pared frontal de la sala se encuentran entre lo más extremo que se haya creado en el ámbito del arte obsceno” (referiendose a las figuras de las Gorgonas) son parte de los adjetivos y comentarios que provocaba el abierto erotismo de algunas escenas del friso, haciendo perder a sus horrorizados autores (y a sus lectores), el simbolismo poético de la obra total.

Gustav Klimt falleció en 1918. En esas casi dos décadas del siglo XX Klimt alcanza la madurez creativa en lo que se ha llamado su época dorada, en el doble sentido de ser el tiempo de sus más importantes obras y de la gama de colores dominante en muchas de ellas, sobre todo las más conocidas, donde solía aplicar pan de oro. Asimismo, en estos años, progresivamente la crítica va comprendiendo y valorando su obra, la alta burguesía le encarga los retratos de sus esposas, que en los primeros años eran retratos relativamente tradicionales y, avanzando el tiempo, Klimt adornará los vestidos y fondos con su personal exhuberancia de motivos decorativos, entre los que asoman los pálidos rostros de las retratadas. Así, logra alcanzar en vida un éxito comercial y de crítica que no todos los artistas de vanguardia de la época obtuvieron. De estos años son, además de las obras ya vistas, “Danae” (1908), “El Beso” (1908, una de sus obras más conocidas), “Expectativa” (1909), “El Abrazo” (1911), “Muerte y Vida” (1915); retratos como los de “Fritza Riedler” (1906), “Eugenia Primavesi” (1913), “Fredericke Maria Beer” (1916) o el pintado poco antes de morir, “Dama con abanico” (1918), del que se desconoce quién fue la modelo.

Gustav Klimt, Muerte y Vida, 1915
Óleo s/tela, Museo Leopold, Austria

Fotografía: Internet - Dominio Público (via Wikimedia Commons)
Gustav Klimt, El beso. 1908
Óleo s(tela, Galería Belvedere, Viena

Fotografía: Internet - Dominio Público (via Wikimedia Commons)
Gustav Klimt, Novias o Dos amigas, 1916-17
Óleo s/tela, obra destruida

Fotografía: Internet - Dominio Público (via Wikimedia Commons)

«No existe ningún autorretrato mío. No me interesa mi propia personalidad como objeto de un cuadro, sino más bien me interesan otras personas, en especial mujeres, otras apariencias... estoy convencido de que como persona no soy especialmente interesante.»

Gustav Klimt

Gustav Klimt, Retrato de Fritza Riedler, 1906
Óleo s/tela, Galeria Belvedere, Viena

Fotografía: Internet - Dominio Público (via Wikimedia Commons)
Gustav Klimt, Retrato de Friederike Maria Beer, 1916
Óleo s/tela, Tel Aviv Museum of Art

Fotografía: Internet - Dominio Público (via Wikimedia Commons)
Gustav Klimt, Dama con abanico, 1917-18
Óleo s/tela, Galeria Belvedere, Viena

Fotografía: Internet - Dominio Público (via Wikimedia Commons)

Si bien la figura femenina fue la constante de sus obras de madurez, acompañada por flores y/o una sucesión de pequeños motivos decorativos inspirados en los mosaicos paleocristiano-bizantinos que viera en Rávena, hay una cantidad de cuadros que se apartan de ese leitmotiv de su obra. Se trata de una serie de paisajes pintados en sucesivos viajes de vacaciones que, desde 1890, realizara con la familia Flöge al lago Attersee, en los Alpes austriacos. Allí, recorriendo bosques o las orillas del lago con su caballete y sus pinturas, encontraba la paz que no podía hallar en Viena. Sus paisajes, realizados con una técnica muy cercana a la de algunos pintores postimpresionistas, (particularmente el puntillismo de Seurat), es donde Klimt muestra su mirada de la naturaleza, con los infinitos tonos de verde del follaje y de las aguas turquesas, entre los cuales asoman el colorido de las casas en las montañas o de las flores en los prados. Como Monet, Klimt solía montar su caballete sobre un bote a remos para pintar en medio del lago.

Gustav Klimt, Avenida en el parque del castillo Kammer, 1912
Fotografía: Dominio Público (via Wikimedia Commons)
Gustav Klimt, Palacio Kammer a orillas del Lago Atter, 1909
Fotografía: Internet - Dominio Público
Gustav Klimt, El parque de Schloss Kammer en Attersee, 1910
Fotografía: Internet - Dominio Público

Klimt era un pintor enérgico y apasionado en extremo. El mismo lo reconoció al decir: «Soy un pintor que pinta día tras día de la mañana a la noche. Quien quiera saber algo de mí (...) debería mirar cuidadosamente mis cuadros.» No teorizó ni escribió casi nada sobre su pensamiento artístico ni sobre sus métodos de trabajo, nunca llevó un diario ni tuvo correspondencia epistolar con otros artistas o amigos. Efectivamente, todo Klimt está en sus pinturas.

Gustav Klimt, Bosque de abedules, 1903
Fotografía: Internet - Dominio Público (via arteyalgomas.com)
Gustav Klimt, Casa de campo en Weissenbach, 1914
Fotografía: Internet - Dominio Público (via arteyalgomas.com)

Pintor de formación clásica, los historiadores han señalado multiples referencias en su estilo, provenientes del arte egipcio, la cultura micénica o la Grecia clásica y el arte bizantino. El mismo reconocía su admiración por Durero o la pintura japonesa de la escuela Rimpa. Debe resaltarse la importancia expresiva de la línea en sus composiciones, los raros puntos de vista con que representa algunas figuras o las posiciones a veces algo forzadas de estas. La mujer era su tema más frecuente y la representó en distintas facetas del caracter femenino, aunque tenía preferencia por mujeres de carácter independiente, agresivo y seductor, que muchos críticos identifican con el estereotipo de la femme fatale. Su obra está identificada con el erotismo y la inclusión de símbolos sexuales pero también con una suntuosa decoración con profusión de dorados y de elementos ornamentales de vivos colores. Giulio Carlo Argan lo definió de manera tan sucinta como precisa:[2]

«Klimt es un artista muy culto y sensible, refinado hasta la morbosidad, pero también ligado a una fórmula decorativa, llena de implicaciones simbolistas. Se diría que él es consciente de la lenta e ineluctable decadencia de la sociedad, de la que se siente un triste cantor...»


Notas


[1] El edificio de la Sezession estaba diseñado sobre un esquema de “templo” de tres naves, pues se pretendía que fuera un templo del nuevo arte. Así contaba con una gran sala central, aproximadamente cuadrada, y, a cada lado de ésta, una alargada sala lateral que se comunicaba con la central a través de amplias aberturas. En la XIV Exposición, en la sala central estaba instalada la escultura de Beethoven, pero el público, una vez transpuesto el hall de entrada, era obligado a doblar a la izquierda e ingresar a la sala lateral donde era recibido por el gran friso de Klimt.

[2] Giulio Carlo Argan, El Arte Moderno, Del Iluminismo a los movimientos contemporáneos; Akal, Madrid, 1998.