Botón
Apuntes

Apuntes

Resurgimiento del Retrato


L

a idea del retrato, tal como se concibe en la actualidad, era extraña a los griegos y recién comenzaron a concebirla como una imagen con una relación de fuerte parecido con un individuo en particular, hacia el siglo IV a.C., a comienzos del período helenístico. Aunque no es una idea original de los griegos pues ya lo habían practicado los egipcios, especialmente durante el período amarnense, es a partir de los griegos que este tema se instala definitivamente en el arte occidental —aunque ha de sufrir un hiato de algunos siglos durante la Edad Media—. En Grecia, hasta el siglo V a.C., y aunque hoy no podemos comparar la representación con el modelo, se conoce que las estatuas levantadas con la efigie de un general o un deportista victorioso, para conmemorar su victoria y ofrecerla a los dioses, no tenían gran parecido referencial. Un retrato era poco más que la representación convencional de una apuesta figura humana ataviada, en algún caso, con la vestimenta y los atributos de su función y actividad, o desnudo, como en el caso de los kuroi. El artista no se preocuparía por reproducir la forma de su nariz, o los rasgos y expresión característicos del personaje. Al artista clásico le importa más la belleza ideal que la individual de tal o cual persona.

Esto no significa que las estatuas griegas clásicas fueran inexpresivas, sino que no expresan ningún sentimiento en particular; los maestros de aquella época utilizaban el movimiento del cuerpo para expresar lo que Sócrates llamaba "movimientos del alma". Es decir, expresar la actitud psicológica del sujeto por medio de la postura corporal.

Áuriga de Delfos
Áuriga de Delfos, detalle.
ca. 478 - 474 a.C., Bronce, Museo Antropológico de Delfos

Fotografía: Internet
Alejandor Magno
Lisipo, Cabeza de Alejandro Magno
ca. 325 a.C. - 300 a.C., Mármol; 41 cm. de altura.
Copia romana del original griego

Fotografía: Internet

A la izquiera vemos la cabeza de una escultura de cuerpo entero hallada en excavaciones realizadas en Delfos, donde estaba ubicado un famoso santuario y oráculo, y se desarrollaban los "Juegos Píticos" en honor de Apolo. El áuriga representado en esta obra formaba parte de un conjunto integrado por el carro, cuatro o seis caballos y un mozo de cuadra; de todo ello, aparte del áuriga, solo se encontraron algunos pocos fragmentos. La obra, realizada para celebrar la victoria en dichos juegos, del conductor del carro, identificado como Policelo de Gela, es un típico ejemplo de las esculturas que los vencedores en los juegos mandaban erigir conmemorando su triunfo y ofreciéndolo a los dioses.

Para el tema de esta página solo nos interesa analizar la cabeza. La expresión serena, fría, de un rostro cuyos rasgos presentan una geometización incompatible con la reproducción del parecido físico, nos muestran claramente cuan lejos estaba el concepto del "retrato" de la práctica artística griega a comienzos del siglo V a.C.

En cambio, siglo y medio después, Lisipo, el más importante y famoso artista de su época y el escultor de la corte de Alejandro Magno, retrata a su rey como vemos en la imagen de la derecha. Es imposible abrir juicio sobre el parecido entre la obra de Lisipo y el propio Alejandro, pero si puede decirse que los rasgos, —esas arrugas en la frente, la ceja arqueada, la expresión de la boca—, corresponden a un individuo, no es el rostro de un ser ideal, no es la imagen de la belleza perfecta aunque sea, indudablemente, un rostro bellísimo. Para este momento, ya los artistas han aprendido a captar los "movimientos" del alma individual, a reflejar una fisonomía particular, sin por ello apartarse de la belleza.

Es entonces, siglo IV a.C., que reaparece el retrato en el arte occidental para permanecer hasta hoy. (De todos modos, el logro del parecido físico no implicaba descartar por completo los "retoques", esas mejoras o embellecimientos que los artistas de todos los tiempos, salvo escasas excepciones, han practicado para agradar a sus clientes.)

Busto Romano
Busto de un hombre
ca. 50 d.C., Mármol, Museo Metropolitano de Arte, Nueva York

Fotografía: The Met, página web del museo
Perfíl
Busto de un hombre, perfíl
ca. 50 d.C., Mármol, Museo Metropolitano de Arte, Nueva York

Fotografía: The Met, página web del museo

El realismo en el retrato alcanzará su expresión más extrema de fidelidad a los rasgos del modelo en la época romana. Su origen podría hallarse en la costumbre de las familias patricias (como parte de la religión tradicional) de tomar moldes de cera de los rostros de sus difuntos, para colocarlos en el altar familiar y rendirles culto (los llamados "dioses lares"). Durante la época republicana se expandió la costumbre de erigir estatuas de los líderes políticos y militares en lugares públicos, honor concedido por el Senado a alguno de sus miembros en conmemoración de sus logros al servicio de la República. Ya en la etapa imperial esta práctica adquirió un carácter propagandístico y representativo del poder, multiplicándose las estatuas del emperador y su familia por todas las ciudades del Imperio. Con el tiempo, la deificación del emperador (después de muerto y finalmente, en modo más o menos velado, en vida) hizo de estas estátuas un objeto de culto, creándose una nueva "religión cívica". Este culto jugó un importante papel en las persecuciones a los cristianos que, cuando se negaban a realizarlo, quedaban identificados ante las autoridades imperiales, lo que, en algunos períodos, llegaba a costarles la vida.


Retrato
Retrato de Terencio Neo y su esposa
ca. 20-30 d.C., Fresco, Museo Arqueológico de Nápoles, Italia

Fotografía: Internet - Dominio Público (vía Wikimedia Commons)

Poeta
Retrato de una poetisa
siglo I d.C., Fresco, Museo Arqueológico de Nápoles, Italia

Foto: Internet - Dominio Público (vía Wikimedia Commons)

Respecto al retrato pintado, no quedan vestigios de su práctica en Grecia, dado que, como ya se dijo, siendo la única forma de pintura en la antigüedad la realizada sobre muros o sobre tablas, no ha llegado hasta nuestros días más que escasos ejemplos de una pintura decorativa y funeraria (ver Las tumbas de Vergina). De época romana se ha logrado recuperar más pinturas en las ruinas de villas aristocráticas y, principalmente, las conservadas en las ruinas de Pompeya, al ser sepultada por la erupción del Vesubio en el año 79 de nuestra era. De allí provienen los dos ejemplos mostrados en estas líneas.

El retrato de un matrimonio de burgueses comerciantes; él se supone panadero, por una inscripción encontrada en la casa donde se hallaba esta pintura; ella, su esposa, sería quien llevaba las cuentas del negocio, dado que sostiene en una mano el "stylus" utilizado para escribir en la tablilla de cera que sostiene con la otra mano. Sus rasgos rústicos y poco agraciados, sugieren una ascendencia samnita, los primitivos habitantes de la región. En cambio, tenemos un retrato de una bella joven de delicados rasgos, perteneciente a la aristocracia pompeyana como revelan sus ropas y la redecilla de oro con que sujeta sus rulos. Es curioso que ambas mujeres, a pesar de su diferente rango social, tienen la misma postura de sus manos con las que sostienen idénticos objetos. Esto podría deberse a una convención iconográfica para representar a mujeres con estudios, aunque la joven diletante se dedicaría al arte literario, mientras que la mujer del panadero se ocuparía de la prosaica tarea contable del negocio familiar.