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Piero della Francesca


Piero della Francesca
Ilustración: Dominio Público (via Wikimedia Commons)
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iero De Benedetto Dei Franceschi (ca. 1415/18 - 1492), más conocido como Piero della Francesca, nació en Borgo del Santo Sepolcro, en el alto valle del Río Tiber, y falleció en la misma ciudad. Como pintor se destacan sus frescos, técnica en la que era un especialista[1], pero en su época era bién considerado como un matemático y geómetra, maestro de la perspectiva y la geometría euclidiana. A pesar del imán que Florencia representaba para los artistas del siglo XV, Piero paso la mayor parte de su vida en Arezzo y Urbino con ocasionales estadías en Roma, Ferrara, Loreto y Rímini.

Fue uno de los grandes pintores de la época pero se desconoce con quién realizó su formación, aunque se especula que habría dado sus primeros pasos en el taller de Antonio di Giovanni de Anghiari, que hacia 1430 estaba trabajando en Sansepolcro. Está documentado en 1439, cuando, como asistente de Domenico Veneziano, pintaban los frescos de San Egidio, en Florencia, hoy perdidos. Desde muy joven muestra una profunda admiración hacia la perspectiva, la proporción, el orden y la simetría, siguiendo las teorías arquitectónicas y matemáticas de Leon Battista Alberti. En 1442 está de nuevo en Borgo San Sepolcro, iniciando sus originales creaciones con el “Políptico de la Misericordia” y el “Bautismo de Cristo”, cuyos fondos nos remiten al paisaje de Las Marcas. Su fama irá en aumento y en 1451 le encontramos en Rímini, trabajando en el fresco de “Sigismondo Pandolfo Malatesta y San Sigismondo” para el Templo Malatestiano.

En sus obras, Piero aportó una iluminación especial, resaltando la volumetría de las figuras, insertadas correctamente en el espacio. Al año siguiente recibe el encargo de la decoración de la capilla del coro de la iglesia de San Francisco en Arezzo, donde pintará un ciclo de frescos sobre la “Leyenda de la Vera Cruz”, su obra maestra, realizada entre 1452 y 1466. En 1458 viaja a Roma y permanece desde el mes de octubre hasta abril, trabajando en la decoración al fresco de la cámara del papa Pío II, recibiendo 150 florines por la labor. En 1460 de nuevo está en Borgo de San Sepolcro, regresando siempre que puede a su ciudad natal donde se encuentra en su verdadero ambiente. En esta década iniciará una intensa relación con los duques de Urbino.

Piero della Francesca, Políptico de la Misericordia1445/62
Temple s/tabla, 273 x 330 cm, Museo Cívico de Sansepolcro

Fotografía: Dominio Público (via Wikimedia Commons)
Piero della Francesca, Bautismo de Cristo, ca. 1450, Temple s/tabla
167 x 116 cm, National Gallery, Londres

Fotografía: Dom. Púb. (via Wikimedia Commons)
Piero della Francesca, Flagelación de Cristo, ca. 1448
Óleo y temple s/tabla, 59 x 82 cm, Palacio Ducal de Urbino

Fotografía: Dominio Público (via Wikimedia Commons)

Federico de Montefeltro había asumido el gobierno de la ciudad de Urbino en 1444, al fallecer su antecesor, víctima de una conspiración. Se hizo titular duque de Urbino y se marcó el objetivo de hacer de su ciudad una “nueva Atenas” convirtiéndola en un importante foco de cultura humanística y reuniendo en su palacio a los mejores literatos, poetas y artistas. Uno de ellos fue Piero, quien en la década de 1460 pintará numerosas obras para el Duque. Entre ellas su retrato que forma pareja con el de su esposa, Battista Sforza, encontrándose sus rostros en posiciones enfrentadas. Federico aparece de riguroso perfil, en primer plano, apreciándose al fondo las extensiones de su ducado, tomadas desde un punto de vista elevado. El duque ofrece su mejor perfil ya que era tuerto del ojo derecho; viste ropas rojas con un bonete del mismo color; todos los detalles de los rostros están perfectamente interpretados, destacando hasta los defectos.

Pieroa della Francesca, Retratos de la Duquesa y el Duque de Urbino, ca. 1465, Óleo s/tabla, 47 x 33 cm c/u, Galleria degli Uffizi, Florencia
Fotografía: Dominio Público (via Wikimedia Commons)

Piero desarrolló un nuevo lenguaje pictórico con una importante presencia de la arquitectura, como vemos en la “Flagelación de Cristo”, otra de las obras más importantes del maestro en su madurez. En esta época las figuras tienen una frialdad expresiva muy marcada. En 1478 parece abandonar la pintura debido a serias dificultades con la visión, interesándose por la perspectiva y las matemáticas, escribiendo tres importantes tratados: “De prospectiva pingendi”, un tratado sobre la perspectiva en la pintura, “Trattato d´abaco”, un extenso tratado sobre cálculo geométrico y algebraico, y “De quinque corporibus regularibus”, sobre la geometría de los poliedros, principalmente los cinco sólidos regulares. Revela en estos tratados, su deseo de plasmar la realidad de las cosas a través de un orden matemático, siguiendo a Brunelleschi y Alberti. Piero falleció en Borgo San Sepolcro el 12 de octubre de 1492, casualmente, el mismo día en que Colón llegaba a América.

Piero della Francesca, Descubrimiento y prueba de la Vera Cruz, 1452 - 1466, Fresco
Iglesia de San Francisco, Arezzo

Fotografía: Dominio Público (via Wikipedia Commons)
Piero della Francesca, Natividad, 1450 - 1475
Temple s/tabla, 124 x 123 cm, National Gallery, Londres

Fotografía: Dominio Público (via Wikimedia Commons)

La pintura de Piero della Francesca se destaca por un magistral uso de la luz, modelando vigorosamente las figuras y los ambientes en que se encuentran. Es frecuente la ambientación de sus temas en escenarios arquitectónicos renacentistas donde demuestra su gran interés por la simetría, la perspectiva y el orden, elementos centrales del nuevo arte, que fueran explicados y sistematizados por el principal teórico de la primera mitad del siglo XV, Leon Battista Alberti en sus tratados. Otra característica es cierta falta de expresividad en los temas tratados. En la "Flagelación de Cristo", que vemos sobre este párrafo, a pesar de la belleza general de las edificaciones, el espectador actual (para el observador de la época no necesariamente debía ser así) encuentra fría la composición debido a la actitud —enigmática, tal vez— de los personajes, que parecen como ausentes de la trama, como si estuviesen detenido en el tiempo[2]. Berenson define esta cualidad como «...la impersonalidad, la ausencia de expresión emotiva», tanto de los personajes como la que el pintor podría proyectar sobre la obra. Además, los personajes del primer plano resultan fuera de proporción frente a la arquitectura, aunque su aspecto volumétrico y monumental está resaltado por la luz y muestran diferentes posturas como ejemplo de su virtuosismo. A pesar de objeciones menores que puedan hacerse, su obra ejerció una gran influencia sobre los artistas contemporáneos y de la generación posterior. Por su taller pasaron pintores como Luca Signorelli y Pietro “Perugino” y entre sus seguidores, aunque no hayan trabajado con él, se menciona a Luca Pacioli (matemático e inventor de la contabilidad de doble entrada) y Melozzo da Forli, un pintor, activo en Urbino, caracterizado por un riguroso uso de la perspectiva en sus obras.



Notas


[1] No se puede negar su dominio de la técnica del fresco, pero en determinado momento buscó innovar utilizando pintura al óleo en lugar del color diluido en agua de cal, como manda la correcta técnica del buon fresco. Aunque esto traía ventajas en el logro de mayor sutileza en el uso del color, produjo un rápido deterioro de las obras así realizadas. Con una innovación técnica diferente, algo similar le ocurrió, decadas después, a Leonardo da Vinci con su fresco de “La Última Cena”.

[2] Valeriano Bozal señala: «...los personajes de sus frescos, pertenecen al pasado, pertenecen a una historia que el artista ha sabido poner, ya para siempre, en presente. Pocos artistas han tenido una concepción del tiempo como la que Piero destaca en sus obras, pocos muestran una capacidad como la suya para poner el pasado y el futuro en presente.» Valeriano Bozal, Piero de la Francesca, Arlanza Ediciones, Madrid, 2005.