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Anton van Dyck
Carlos I de Inglaterra

ca. 1635
Óleo sobre tela; 266 x 207 cm

Holandés, gran retratista, discípulo de Rubens, Anton van Dyck (1599-1641) aprendió rapidamente el virtuosismo de su maestro en representar las cualidades y las superficies de las cosas, fueran sedas, paños o cuerpos humanos; pero sus obras carecen del vigor, la fuerza y la vida que Rubens le insuflaba a sus escenas. En los cuadros de Van Dyck predomina una aristocrática melancolía, una cierta refinada languidez, que cautivó a la nobleza de Génova y a los caballeros de la corte de Carlos I, rey de Inglaterra. Estudió con Rubens hasta 1618; tras darse a conocer en Amberes como artista precoz y amante de la buena vida, se marchó a Londres, donde retrató al conde de Arundel, y luego a Italia. Allí pintó numerosos retratos al óleo de aristócratas con sus hijos, y algunas obras religiosas. Finalmente, después de una nueva estadía en Amberes, retornó a Londres en 1632 donde fue nombrado pintor de cámara en la corte de Carlos I, cargo que conservó hasta su muerte. Nombrado caballero, britanizó su nombre en sir Anthony Vandyke.

Su retrato de Carlos I junto a su caballo en una partida de caza, muestra al monarca con una elegancia y autoridad sin rival, la estampa de quien no necesita signos externos de poder para acrecentar su dignidad. Es natural que un pintor que podía representar con tanta perfección estas cualidades, fuera abrumado de encargos al punto que, para poder cumplirlos, debió recurrir a la colaboración de numerosos ayudantes que pintaban los vestidos de sus retratados utilizando maniquíes, y frecuentemente, incluso partes del rostro de los personajes. Sus obras constituyen un archivo histórico de aquella sociedad aristocrática, plena de refinamientos cortesanos.

Anton van Dyck
Frans Snyders

ca. 1620
Óleo sobre tela; 142.5 x 105.4 cm

Anton van Dyck
Margareta Snyders

ca. 1620
Óleo sobre tela; 130.7 x 99.3 cm



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