Fotografía: Internet - Dominio Público
eonardo da Vinci, (su nombre completo era Leonardo di ser Piero da Vinci, que significa “Leonardo hijo de Piero de Vinci”), fue uno de los más grandes genios del Renacimiento italiano. Nació el 15 de abril de 1452 en Vinci, una aldea toscana distante 26 km al oeste de Florencia, siendo hijo natural de un notario florentino. Criado en Florencia ingresó como aprendiz en el taller de Andrea del Verrocchio, uno de los talleres más prestigiosos de Florencia, hacia 1469. Con 20 años ya es un maestro independiente inscripto como pintor en la Compañia de San Lucas, interesándose mucho por descubrir nuevas técnicas para trabajar al óleo. Sin embargo, continuó ligado al taller de Verrocchio hasta prácticamente su marcha de Florencia. Entre sus primeras obras destaca la“Anunciación” pintada para el convento de San Bartolomé de Monteolivetto, no lejos de Florencia (hoy en la Gallería degli Uffizi, Florencia); la “Virgen del clavel” y la inconclusa “Adoración de los magos”.
En 1482 se traslada a Milán, ofreciendo sus servicios a Ludovico Sforza, Duque de Milán, en una carta en la que se presenta como arquitecto, escultor, pintor, ingeniero artillero e hidráulico. Había llegado como embajador de Florencia, dentro del plan de los Medici de difusión del arte florentino como motivo de prestigio e instrumento de propaganda cultural. De esta etapa datan dos de sus obras capitales: la “Virgen de las rocas” y “La última cena”, esta última pintada en el refectorio del convento de Santa María delle Grazie, en Milán. En esta ciudad estuvo durante 17 años, trabajando en variados proyectos de todo tipo, tanto artísticos como científicos, en los que el deseo de experimentar era su principal objetivo. Esto no le impedía realizar encargos ocasionales para Florencia, que frecuentemente dejaba inacabados. Tras la invasión de Milán por las tropas francesas en 1499, regresa a Florencia para trabajar como ingeniero militar.
Óleo s/tabla; 98 x 217 cm, Gallería degli Uffizi, Florencia
Fotografía: Livioandronico2013 CC BY-SA 4.0 (via Wikimedia Commons)
Fotografía: Livioandronico2013 CC BY-SA 4.0 (via Wikimedia Commons)
A pesar del grave deterioro que presenta esta monumental obra, producido por la ocurrencia de Leonardo de experimentar una nueva técnica, en lugar de la tradicionalmente empleada en la pintura al fresco, deterioros aumentados por humedades y restauraciones mal ejecutadas, aun puede percibirse el extraordinario verismo con que da Vinci interpreta el tema bíblico, muy distinto de toda otra representación anterior. Leonardo, retornando al texto de las Escrituras, trata de hacer visible el momento en que el Cristo pronuncia las palabras: "Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará" y los apóstoles, muy afligidos, preguntan: "¿Acaso soy yo, Señor?" (Mateo 26, 21-22). Es esta acción la que introduce el movimiento en la escena; los próximos a Jesús retroceden asustados al escuchar la revelación. Algunos parecen argumentar su inocencia; otros discuten acerca de lo dicho por Jesús; otros más le miran esperando una explicación. Ubicado delante de Pedro, que murmura algo al oido de Juan, Judas, el cuarto de la izquierda, es el único que no gesticula ni pregunta; inclinado sobre la mesa con su brazo derecho, busca con la mirada algún indicio de sospecha o de ira en la serena y resignada figura del Cristo en el centro de la agitada escena. Todo este movimiento dramático está ordenado por una sabia composición que agrupa con toda naturalidad a los doce apóstoles en cuatro grupos de tres, relacionados mediante sus gestos y ademanes. Posee una armonía y equilibrio perfectos; la perspectiva del salón conduce la visión hacia la figura del Cristo, cuya silueta se recorta contra la ventana central del fondo; el magistral dibujo es el soporte mediante el cual Leonardo nos muestra, con profunda penetración, las conductas y reacciones humanas. Hasta los mínimos detalles de ropajes, el bordado del mantel, el servicio de la mesa, nos colocan ante un trozo de realidad palpitante y sorprendente.
Óleo s/tabla; 199 x 123 cm, Musée du Louvre, París
Fotografía: Dominio Público (via Wikimedia Commons)
Óleo s/tabla transferido a lienzo, 189.5 x 120 cm, National Gallery, Londres
Fotografía: Dominio Público (via Wikimedia Commons)
Óleo s/tabla; 199 x 123 cm, Musée du Louvre, París
Fotografía: Dominio Público (via Wikimedia Commons)
Óleo s/tabla transferido a lienzo, 189.5 x 120 cm, National Gallery, Londres
Fotografía: Dominio Público (via Wikimedia Commons)
anterior a 1483, Grafito s/papel, Biblioteca Nacional de Turín
Fotografía: Dominio Público (via Wikimedia Commons)
En Florencia recibió el encargo de decorar un muro del salón del Consejo, para el que proyectó "La batalla de Anghiari", que habría de enfrentar a "La batalla de Cascina", encargada a Miguel Ángel en 1504. No es seguro si alguna de ellas llegó a realizarse; de "La batalla de Anghiari" sólo se conocen algunos bocetos de Leonardo. Por la misma época pinta su retrato más famoso: "La Gioconda". Según Giorgio Vasari, es el retrato de la esposa del florentino Francesco del Giocondo, de nombre Mona Lisa; aunque algunos investigadores lo han puesto en duda, hasta ahora no han podido probar que fuera otro el modelo. En 1506 regresó a Milán y al año siguiente entró al servicio de Luis XIII de Francia, para quien trabajó como pintor e ingeniero. Entre 1513 y 1516 está en Roma, pero consciente de que no puede competir con Miguel Ángel y Rafael en el favor del Papa, acepta la invitación de Francisco I de Francia y se traslada allí, falleciendo en el castillo de Cloux, cerca de Amboise, en 1519.
Su pintura es testimonio de su interés por el claroscuro y el sfumato, la técnica con la que difumina los contornos, consiguiendo una excelente sensación atmosférica como se aprecia en "La Gioconda". Su faceta como dibujante también es destacable, conservándose una gran cantidad de apuntes. Al final de su vida sufrió una parálisis en el brazo derecho que le impedía pintar, pero no continuar dibujando y enseñando. Leonardo representó una ruptura con los modelos universales establecidos durante el Quattrocento. Se opuso al concepto de "belleza" ideal, defendiendo la imitación de la naturaleza con fidelidad, sin tratar de mejorarla. Así no duda en trabajar sobre la fealdad y lo grotesco, como en sus dibujos de personajes deformes o cómicos, considerados las primeras caricaturas de la historia del arte.
La perspectiva aérea o atmosférica, como hoy se la conoce, es una característica inconfundible de su obra paisajística. Leonardo fue el primero en considerar que la distancia se llenaba con aire y que éste hacía que los objetos lejanos perdiesen nitidez y se viesen azulados. Vivió en una época en la que el humanismo y el estudio de los clásicos estaban de plena vigencia; sin embargo, parece que tuvo dificultades intentando aprender latín y griego, los idiomas cultos y la llave de acceso a la cultura filosófica neoplatónica que dominaba Italia y parte de Europa. Leonardo escribió la mayor parte de sus escritos en toscano, un dialecto florentino. Pero escribía en espejo, es decir, de derecha a izquierda, (además de que, según ciertos indicios, era ambidextro). Es posible que esta preocupación en dificultar la lectura de sus escritos - que nunca publicó - se debiera al temor de que fueran encontradas heréticas sus opiniones, investigaciones y descubrimientos. Recuérdense sus estudios de la anatomía humana mediante la disección de cadáveres, práctica condenada por la Iglesia; Leonardo confesó haber realizado más de treinta, al recibir la Extrema Unción en su lecho de muerte. Por otra parte, en una de sus páginas, puede leerse: "El sol no se mueve", que revelan que Leonardo se adelantó a las teorías de Copérnico, las que, un siglo más tarde, pondrían en apuros con la Inquisición, a Galileo Galilei.
Fotografía: Dominio Público (via Wikimedia Commons)
La obra pictórica de Leonardo no es muy abundante. El artista abandonó muchos de los proyectos que se le encargaban, por más prevenciones que tomaran los clientes mediante cláusulas en los contratos. Él mismo no se definía como pintor, sino como ingeniero y arquitecto, incluso como escultor aunque no existe obra escultórica realizada por Leonardo, excepto una pequeña maqueta para una estatua ecuestre de Ludovico Sforza. Tampoco actuó como arquitecto, sus diseños de edificios e iglesias quedaron como bocetos en sus cuadernos de apuntes.
ca. 1490, Pluma y tinta s/papel, 34.4 x 25.5 cm
Galería de la Academia de Venecia
Fotografía: Internet - Dominio Público
Fotografía: Internet - Dominio Público
1510, Pluma, tinta y carbonilla s/papel
Fotografía: Internet - Dominio Público
Fotografía: Internet - Dominio Público
Sin embargo, su prestigio en vida alcanzó dimensiones prácticamente desconocidas, sólo comparable con el de Miguel Angel o Rafael. En Roma fue alojado en el palacio del Belvedere, la residencia de verano del Papa. El rey de Francia le invitó al final de su vida y trató de acaparar sus escasas obras. Isabella d'Este, una de las mujeres más importantes de su época, le persiguió durante años para conseguir que terminara su retrato, del que sólo ha quedado un dibujo en muy mal estado.
Tras su muerte, Leonardo se ha convertido en el paradigma del "hombre del Renacimiento", dedicado a múltiples investigaciones científicas y artísticas. Su vida personal es en gran parte un misterio; apenas han llegado indicaciones acerca de sus costumbres, gustos o defectos. Se sabe que era estrictamente vegetariano, por sus cartas y escritos sobre anatomía, en los que llama a los omnívoros "devoradores de cadáveres". Sus discípulos no parecen haber recogido la herencia del maestro, al menos en el terreno pictórico. La obra de los que trabajaron con él es prácticamente desconocida y de escasa calidad. El proyecto, inacabado, que Leonardo realizó para un "Tratado de la Pintura", fue recogido por Francesco de Melzi. El joven no lo ordenó ni lo supo conservar para su publicación. Al cabo de los años se consiguió una edición provisional, desordenada, sin coherencia, pero que progresivamente se trató de completar para dar una orientación general de las ideas de Leonardo acerca de la pintura, la arquitectura, el cuerpo humano, la botánica... todos los temas, en fin, que ocuparon su mente a lo largo de su vida.
Musée du Louvre, París
Fotografía: Dominio Público (via Wikimedia Commons)
79 x 53 cm, Musée du Louvre, París
Fotografía: Dominio Público (via Wikimedia Commons)
Fotografía: Dominio Público (via Wikimedia Commons)
Fotografía: Dominio Público (via Wikimedia Commons)
Leonardo no confiaba más que en lo que podía examinar por sí mismo. Toda la naturaleza despertaba su curiosidad y desafiaba su inventiva. Realizó la disección de cadáveres para explorar los secretos del cuerpo humano. Fue el primero en sondear los misterios del desarrollo del feto en el vientre materno; investigó las leyes del oleaje y de las corrientes marinas; pasó años observando y analizando el vuelo de los insectos y de los pájaros para desarrollar una máquina voladora que, estaba seguro, algún día se haría realidad. Las formas de las nubes y de las piedras, las leyes del crecimiento de los árboles y de las plantas, la armonía de los sonidos, también fueron investigados por su notable talento. Desarrolló diseños de fortificaciones, armas, un tanque de guerra, una campana de buceo y muchos otros ingenios; todo era objeto de sus búsquedas y su inventiva. Sin embargo, no cabe suponer que quisiera ser tenido por hombre de ciencia. Toda su exploración de la naturaleza era, ante todo, un medio para enriquecer su conocimiento del mundo visible, para aplicarlo en su arte. Consideraba que dando a la pintura bases científicas, se podría sacarla de su condición de humilde artesanía, en la que se la tenía desde la antigüedad, elevándola a la categoría de una ocupación honorable y noble. "El arte es cosa mental", escribió. Intentó mostrar que la labor manual de pintar, y por la cual se la ubicaba al mismo nivel de la carpintería o cualquier otra artesanía, era esencialmente el mismo trabajo que tenía un poeta para escribir sus creaciones literarias. Esta preocupación era compartida por muchos artistas de la época. Quien tal vez, fue influido en mayor medida por la obra de Leonardo fue Durero; al igual que el maestro italiano, Durero trató de demostrar el carácter científico de la pintura. También supo apreciar el interés de Leonardo por las proporciones del cuerpo humano, del caballo y de la arquitectura. Como Leonardo, Durero proyectó un Tratado sobre pintura y sobre proporciones que, igualmente, no llegó a publicar. Ambos artistas, cada uno en su país, dieron un vuelco a la pintura tal como se empezaba a delimitar tras la eclosión del Renacimiento y la dotaron de un aire de modernidad que se mantuvo vigente hasta el surgimiento del arte contemporáneo.