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La Revolución Amarnense



Akenatón y Nefertiti
El faraón Akenatón y su esposa Nefertiti; Bajorelieve, Amarna, ca. 1340 a.C.
Foto: Internet via www.bbc.com

A

menofis IV (o Amenhotep IV) fue el hijo y heredero del faraón Amenofis III (o Amenhotep III) y la Gran Esposa Real Tiy. La Dinastía XVIII, a la que ambos pertenecían, había llevado al reino a un notable estado de prosperidad y esplendor, por lo que, cuando asciende al trono Amenofis IV, recibe de su padre un país floreciente, la gran potencia de la región, respetada y temida por sus vecinos, donde los tributos de las colonias y el floreciente comercio, producto de la paz reinante, proveían con abundancia a las arcas reales. El nuevo faraón estaba casado con Nefertiti, que si bien no era de sangre real, era famosa por su belleza y resultó ser una mujer muy inteligente, de buen juicio y valiosa consejera de su esposo.

Amenofis IV reinó entre ca. 1353 a.C y ca. 1336 a.C. En ese corto tiempo emprendió una más que notable revolución que pretendía cambiar en forma radical la religión, el arte y la política tal como se habían practicado en Egipto en los casi 2000 años anteriores. Abolió el culto de los varios cientos de deidades que integraban el panteón egipcio e impuso el culto a un solo dios: Atón, el disco solar, una manifestación del antiguo dios solar Re, creando así el primer culto monoteísta de la humanidad. Suprimió el clero —especialmente el clero de Amón que había acumulado gran poder en Egipto— instituyendose él y su esposa Nefertiti como los únicos nexos entre Atón y la población. Cambió su nombre por el de Akenatón (o Akhenaton o Ajenatón), esto es "Agradable a Atón" y, junto a su Gran Esposa Real, Nefertiti, abandonó Tebas en el quinto año de su reinado, bajando por el Nilo hasta encontrar un sitio en el desierto, en una región cuyo nombre actual es Amarna (o Tell-el Amarna), rodeada de acantilados, donde fundar su nueva capital a la que llamó Aketatón que significa "Horizonte de Atón".

A diferencia de Amón y los otros dioses que "moraban" en las profundidades de sus templos a donde el pueblo no tenía acceso, Atón, el disco solar con sus rayos dadores de vida, era un dios presente que todos los días bañaba a todos los egipcios con su calor. Así, los templos de Atón no tenían techo para que los devotos pudieran sentir la onmipresencia del dios.

Estela fundación
La estela "U" de límites de Amarna, la mejor conservada.
Fotografía: Juan Lazaro
Horizonte
En ciertos días del año el sol sale sobre una depresión del horizonte de acantilados de Amarna, formando el jeroglífico del horizonte. Esto fue interpretado por Akenatón como una señal de Atón para que erigiera allí su ciudad.
Fotografía: Internet via www.bbc.com

La ciudad de Amarna fue construida de la nada en aproximadamente cinco años, calculándose que pudo llegar a albergar de 20 a 30.000 habitantes. Los límites fueron fijados por Akenatón con estelas grabadas en los acantilados y a cuyos lados esculpían estatuas del faraón y la reina. En el texto de la estela Akenatón expone su intención de fundar la ciudad consagrándola a "su padre" Atón, construir los templos del dios, los palacios del faraón y de la reina y otros edificios oficiales. También destaca el papel de la Gran Esposa Real en la fundación de la ciudad —Akenatón confirió a su esposa un estatus y posición dentro de su corte, similar a la de él mismo, situación que nunca antes había gozado una Gran Esposa Real, en toda la historia de Egipto—.

Reconstrucción de Amarna
Reconstrucción en 3D de Aketatón, la capital de Akenatón
Imagen: Internet via www.elestudiodelpintor.com

En realidad no hubo una planificación muy estricta del éjido urbano, solo se estableció la Vía Real que corría de norte a sur, a poca distancia del Nilo, y a lo largo de ella, la ubicación de los templos de Atón, los palacios reales y otros edificios públicos. Por lo demás, los habitantes tenían la libertad de elegir el lugar y construir allí su casa dentro de un área amplia a cuyo derredor se ubicaban las casuchas de sus empleados, de modo que no había barrios separados por condición social. De esta forma no resultó una ciudad estructurada en base a una rígida cuadrícula sino más bien una distribución más o menos aleatoria de viviendas de distintos tamaños y calidades.

Barrio Residencial
Reconstrucción 3D de un sector residencial de Amarna
A la derecha: una de las vías principales atravesando la zona residencial
Imagen: Internet via Amarna Proyect

Los drásticos cambios que Akenatón impuso tuvieron consecuencias. En lo político le granjeó muchísimos enemigos; entre los sacerdotes porque mandó cerrar todos los templos y anuló la cuota de poder que habían tenido hasta entonces, especialmente el sacerdocio de Amón; a muchos nobles y cortesanos tampoco les resultó muy agradable abandonar sus residencias en Tebas, la ciudad sagrada consagrada a Amón, para trasladarse a una nueva ciudad en medio del desierto, además de que Akenatón ejercia el poder de forma aun más absoluta y personalista, si cabe, que los faraones anteriores.

En lo religioso, la dificultad de borrar de un plumazo los cultos a los centenares de dioses que la población adoraba y reemplazarlos por un sólo dios al que se rendía culto adorando al faraón y su esposa que eran sus representantes en la tierra. produjo gran desazón en la gente común, era una verdadera herejía, algo inconcebible. Era imposible borrar de las mentes una religión de dos milenios, simplemente por decreto, por más que él fuera el faraón, un dios viviente. El pueblo, en realidad, siguió secretamente rindiendo culto a sus dioses tradicionales.

Cuando Akenatón se percató, lo consideró una traición; mandó a sus soldados a destruir las imágenes y referencias a todos los otros dioses en todo el imperio. Se tornó intolerante, se negaba a salir de su ciudad, lo que debilitaba su imagen ante sus subditos y paises vasallos haciendo al país vulnerable a invasiones. Algunos estudiosos sugieren que obsesionado por imponer su reforma religiosa, descuidó la gestión cotidiana del gobierno, que quedó en manos de Nefertiti y unos pocos funcionarios cercanos. A pesar del buen tino e inteligencia que la historia adjudica a la Gran Esposa Real (a la que desde el principio Akenatón consideraba su más importante consejera), el imperio se debilitaba y sus fronteras eran amenazadas. El gobernador de un estado vasallo rogó que le enviaran tropas para contener a los hititas que invadían su territorio, pero la ayuda nunca fue enviada.

Pequeña casa
Una casa de Amarna
Fotografía: Internet
Templo de Atón
Ruinas del Pequeño Templo de Atón en Amarna
Foto: By en:User:Markh (English Wikipedia) [GFDL, GFDL or CC-BY-SA-3.0], via Wikimedia Commons

Todo fue empeorando; el matrimonio real pierde a una de sus hijas, (se considera posible que en un corto tiempo muriera otra de sus hijas), posiblemente victima de la peste que asoló el país. En ese tiempo una peste podía diezmar el 30% o 40% de la población que consideraría al faraón, por ser hijo de un dios y dios viviente él mismo, responsable de la desgracia. Las excavaciones en las necrópolis de la población común muestran que había una alta mortalidad infanto-juvenil por malnutrición y en los adultos son comunes lesiones oseas producto del trabajo pesado y extenuante. Lo que evidencia que no todo era color de rosa en Aketatón. Finalmente, en el año 18 de su reinado, Akenatón muere. Algunos historiadores plantean la posibilidad de que haya sido asesinado para dar fin a tan radical experimento político-social-religioso. Tampoco está claro si Nefertiti murió antes que él o lo sobrevivió.

Lo cierto es que en muy poco tiempo después de su muerte, todo vuelvió atrás, los antiguos dioses fueron restituidos, el sacerdocio de Amón retorna más poderoso que antes y la ciudad de Aketatón es abandonada. Su sucesor Tutankamón, —que muy probablemente fuera su hijo que cambió su nombre original Tutankatón al ascender al trono—, un rey niño cuyo gobierno real fue ejercido por sus regentes, inició la restauración del antiguo orden y en uno de sus decretos puede leerse, en referencia al gobierno anterior: «El país pasaba penurias; los dioses habían abandonado esta tierra».

Tutankamón, que muere a los 17 o 18 años de edad, cierra la Dinastía XVIII. Los faraones de la dinastía siguiente se ocuparán de borrar todo recuerdo del reinado de Akenatón y su herejía. Sus estatuas destrozadas, la ciudad demolida para reutilizar sus materiales en otras construcciones, los jeroglíficos con su nombre borrados. Pero, a la larga, fue inutil; desde fines del siglo XIX sucesivas expediciones arqueológicas han sacado a la luz las ruinas de Amarna que han dado gran cantidad de información sobre este período. Materiales de la ciudad utilizados en edificios posteriores se han podido recuperar. Hoy, Akenatón, Nefertiti y Amarna son tema de investigación para historiadores y arqueólogos, sus imágenes se utilizan para la decoración de comercios y paseos públicos en ciudades aledañas a la antigua Amarna y hasta fue inspiración para diversos novelistas.[1]

Akenatón
El faraón Akenatón, ca. 1340 a.C. - 1336 a.C., Piedra arenisca
Fotografía: Internet (via bibliotecapleyades.net)
Nefertiti
Busto de la reina Nefertiti, ca. 1340 a.C., Piedra policromada;
Neues Museum, Berlín

Fotografía: Internet via https://zpravy.idnes.cz/

Pero lo que justifica haberle dedicado una página de estos Apuntes al período amarnense son los cambios en el arte egipcio que promovió Akenatón. Y estos cambios fueron tan revolucionarios como los religiosos y políticos que pretendió imponer y, además tuvieron una influencia un poco más duradera. Akenatón fue el primero en hacer de la representación naturalista un programa intencionalmente opuesto al estilo tradicional e impone y enseña a sus artistas una nueva sensibilidad y un nuevo interés por la verdad. Bek, su escultor jefe, añadía a sus títulos, el de "discípulo de Su Majestad". El naturalismo y la verdad eran los valores que debían guiar a los artistas.

A esa búsqueda de la verdad no escapaban los retratos de la familia real. La apariencia de Akenatón, según vemos en las esculturas y bajorelieves que lo representan, no era precisamente agraciada. Rostro alargado con mentón prominente, ojos almendrados, labios gruesos, caderas anchas, vientre abultado —sus enemigos lo tildaban de afeminado y monstruoso—. Pero el faraón rechazaba las representaciones convencionales de los anteriores faraones, cuyo parecido con el personaje real es una total incógnita, él debía ser mostrado tal cual era.

Porque, por otra parte, el pueblo podía verlo personalmente por la Vía Real de Amarna, cuando iba de su palacio al Templo de Atón, acompañado por su esposa, Nefertiti, a presentar sus votos y ofrendas al dios. La pareja real de Amarna tenía una exposición pública nunca vista antes en Egipto, y por lo tanto, hubiera sido muy notorio que sus representaciones difirieran demasiado de la realidad. Este mismo afán de verdad, nos permite hoy conocer la verdadera dimensión de la belleza de Nefertiti.

Otra innovación aun más notable aparece en las representaciones de la familia real. Estas muestran al faraón, su esposa y sus hijas en tiernas escenas familiares donde los padres demuestran su cariño a sus hijas besándolas, jugando e interactuando con ellas. Jamás antes se vió en Egipto escenas ni remotamente parecidas, nunca los reyes aparecían demostrando sus sentimientos o emociones. En la tumba real de Amarna se encontraron frescos que representan al matrimonio real afligidos y llorando durante el sepelio de su hija Meketatón, que murió durante el año 14 del reinado de Akenatón.

Estela
Estela de la familia real: Akenatón, Nefertiti y sus hijas
Piedra caliza, ca. 1340 a.C., Museo Egipcio de Berlín
Fotografía: Egyptian Museum of Berlin [Public domain, GFDL or CC-BY-SA-3.0], from Wikimedia Commons

Esta conocida estela es un ejemplo paradigmático del arte del período amarnense. En ella se ve a Atón, el disco solar, con sus rayos terminados en pequeñas manos, dos de ellas sostienen el símbolo anj, propio de las deidades dadoras de vida, uno frente al rostro de Akenatón, a la izquierda, y otro frente al rostro de Nefertiti, a la derecha. Esta forma de representar a Atón se repetirá durante todo el ciclo artístico amarnense. De este modo la pareja real reafirmaba su condición de hijos de Atón, deidades ellos mismos, y únicos mediadores entre los devotos y el dios. Pero mirando la escena encontramos algo que puede resultar paradojal: el matrimonio real —dioses en la tierra— en una escena hogareña e íntima en la que juegan y miman a sus hijas como podría hacerlo cualquier pareja. Akenatón está besando a la hija que sostiene en brazos mientras Nefertiti tiene a otra sobre sus rodillas y a la tercera recostada sobre su pecho. ¡Una escena familiar como la que podría ocurrir en cualquier hogar!. Y hay aun otra novedad única en el arte egipcio: la escena presenta una acción, tiene un gran dinamismo, cada personaje está con un gesto y actitud distintas, parece una instantánea tomada durante el curso de una situación cotidiana. Además, obsérvese que ha desaparecido la perstectiva jerárquica tradicional del arte egipcio; en esta escena los esposos han sido representados en tamaños similares

Azulejo
Una vaca en los pantanos del Nilo
Azulejo procedente de la ciudad de Amarna, Musée du Louvre, París

Fotografía: Werner Forman / GTRES
Pavimento
Ánades levantando vuelo en los pantanos del Nilo
Pavimento de un palacio de Amarna, Museo Egipcio del Cairo
Foto: Dea / Age Fotostock

Torso femenino
Torso femenino, (probablemente Nefertiti)
Cuarzita roja, h=29cm, ca. 1340 a.C., Musée du Louvre
Foto: Internet, de una Calcografía del original, producida por
Ateliers d'Art des Musées Nationaux

Sobre estas líneas vemos dos ejemplos del naturalismo y el movimiento característicos del arte amarniense. En este caso aplicado a la ornamentación de paredes o pisos. Otro extraordinario ejemplo del arte de este período es este torso femenino que, se supone, es un fragmento de una estatuilla de cuerpo entero de Nefertiti (también se ha planteado la posibilidad de que sea de una de sus hijas). Muestra la gran habilidad que llegaron a desarrollar Bek y sus ayudantes en el dominio de su oficio. La calidad de este fragmento con el volumen y contorneado del cuerpo femenino suavemente recubierto por una tenue túnica que se abre en abanico desde la cinta anudada bajo el busto le da una pureza clásica que solo será igualada milenios después, en el apogeo del arte griego.

Es extraordinario el equilibrio que el anónimo maestro que la realizó ha logrado entre la pose hierática y frontal y el modelado escultórico que le otorga una sensual humanidad a las formas acentuadamente femeninas del modelo. Suaves incisiones en la piedra van marcando los plieges de la túnica de fino lino casi transparente adherida a la piel, acentuando las curvas y volumen del cuerpo. Que la obra representa a algún miembro de la familia real es seguro por dos características: en tiempos de Akenatón, la cuarcita roja se reservaba exclusivamente para las esculturas de su familia, y, por otra parte, las vestimentas de fino y transparente lino eran usadas únicamente por las personas divinas y de estirpe real desde muy antiguo. Lamentablemente la ausencia de inscripciones en este fragmento impide la atribución exacta del personaje representado.


Notas



[1] Una excelente novela sobre este faraón y el contexto dentro del que transcurrió su reinado, sin que le falte rigor histórico, es la escrita por el Premio Nobel de Literatura de 1988, el egipcio Naguib Mahfuz: "Akhenatón".

Otra buena novela histórica cuya acción transcurre durante el reinado de Akenatón, es la famosa obra de Mika Waltari: "Sinuhé, el egipcio", cuya precisión histórica ha sido reconocida incluso por egiptólogos. Pauline Gedge, autora que ya hemos nombrado en estos Apuntes, escribió: "El Faraón", novela cuya acción transcurre precisamente en la corte de Akenatón, en Amarna.




Links relacionados


Recomendables la páginas de National Geographic. Sobre este período:
Amarna, la corte de Akhenatón y Nefertiti
Akenatón, el primer revolucionario de Egipto
Nefertiti

En Wikipedia:
Akenatón
Amarna
Nefertiti