Encáustica s/tabla, Metropolitan Museum, N.Y.
Fotografía: Met Museum - Dominio Público
n los primeros siglos de nuestra era, el arte romano fue desplazando a las tradiciones artísticas de las regiones conquistadas. En Egipto, un ejemplo de esta romanización cultural, fue un cambio en los ritos funerarios del pasado. Las familias ricas del Egipto romano siguieron momificando a sus muertos, pero en lugar de añadir imágenes del difunto ejecutadas en el antiguo estilo egipcio, —la tradicional máscara funeraria egipcia tridimensional, moldeada sobre el rostro del difunto y ejecutada en metales y piedras preciosas—, colocaban un retrato del mismo, pintado directamente sobre el sudario o sobre una delgada tabla, que era colocada a la altura del rostro del cadaver. Pintados por humildes artesanos que, sin embargo, dominaban todos los recursos del retrato greco-romano, estos retratos, sorprenden por su vigor y expresivo realismo. Se han encontrado más de mil de ellos, procedentes de todo Egipto, aunque la mayoría se han hallado en la necrópolis de Hawara, en la región de El Fayum.
El Fayum es una fértil llanura que se extiende al oeste del Nilo, unos 60 km al sur de El Cairo. En ella no se hallan monumentos importantes del Imperio Antiguo, aunque si hay algunos restos de templos y necrópolis del Imperio Medio; los restos del Imperio Nuevo casi han desaparecido, pero no los del Egipto greco-romano, época en que la zona cobró extraordinaria importancia agrícola. Allí se desarrollo entre fines del siglo I y el siglo III de nuestra era, una importante pintura funeraria consistente en retratos de extraordinaria viveza, realizados con pincel o espátula sobre madera, empleando pintura al temple, a la encáustica o mezclando ambas técnicas.
André Malraux escribió, a propósito de esos rostros, que en ellos «...resplandece la llama de la vida inmortal.» De hecho, en los más bellos, parece que los pintores, herederos de la tradición naturalista griega, han sido capaces de captar la vida misma.
La sociedad egipcia de los primeros siglos de nuestra era constituía un conglomerado multicultural en el que convivían y paulatinamente se iban integrando, las prácticas religiosas de los distintos grupos. Luego de la conquista del país por Alejandro Magno, en 332 a.C., y la constitución del reino ptolemaico a su muerte, se estableció en Egipto una comunidad griega numerosa que rápidamente se transformó en una clase alta terrateniente y poderosa que controlaba la economía del país. La dominación romana, a partir de las últimas décadas previas al nacimiento de Cristo, cambió los aspectos políticos y militares, pero la cultura y las costumbres en general, siguieron evolucionando y sintetizando las tradiciones y creencias de los principales grupos: egipcios, griegos y romanos. Pero no eran los únicos, también se habían radicado en el floreciente Egipto, sirios, judíos y libios, que se entrelazaban entre sí y con los pobladores locales, dando lugar a una sociedad cosmopolíta y a una síntesis cultural que conoció su máximo esplendor hacia el siglo II d.C.
Metropolitan Museum, N.Y.
Fotografía: Ad Meskens, CC BY-SA 4.0
De esta época es la mayor parte de los alrededor de 1000 retratos funerarios que se conocen, la mayoría provinientes de las necrópolis de El Fayum. Constituyen la manifestación clara del encuentro de civilizaciones distintas: griega es la invención del retrato naturalista, mientras que tipicamente egipcios son el rito de la momificación de los muertos. En el culto funerario egipcio, los retratos de El Fayum eran objeto de veneración pues, al ser parte de la momia sobre la que se hallaban, eran considerados como la sustitución inmortal del difunto y, por ello, tenidos por objetos sagrados.
Parece ser que, durante los primeros años del reinado de Tiberio (14 - 37 d.C.), y por razones que se desconocen, comenzó la costumbre de colocar sobre las momias el retrato pintado, en lugar de la tradicional máscara funeraria egipcia. En general los retratos corresponden a personas jóvenes, lo que no debe extrañar, considerando que el promedio de vida de la época no alcanzaba los 35 años. Además, como en toda la antigüedad, eran muchas las mujeres jóvenes que morían de parto, tragedia testimoniada en numerosas inscripciones en papiros y tumbas, por lo que es frecuente encontrar en estos retratos la imagen de mujeres muy jóvenes. Su estilo casi frontal, de grandes ojos, con una mirada ausente, muchas veces dirigida hacia más allá del espectador, dan a estos retratos una profunda sensación de paz espiritual, de seres en tránsito hacia esa vida más allá de la muerte que prometían tanto las antiguas creencias egipcias como la nueva religión cristiana que, en Egipto, se desarrolló en su versión copta.
Encáustica s/tabla de tilo, Museo Británico
Fotografía: British Museum (vía Wikimedia Commons)
Museo Británico, Londres
Fotografía: British Museum, Dominio Público
Encáustica s/tabla de cedro
Museo del Louvre, París
Fotografía: Musée du Louvre (vía Wikimedia Commons)
Landesmuseum Württemberg
Fotografía: Einsamer Schütze, CC BY-SA 4.0
Algunos de estos retratos presentan inscripciones que han permitido saber el nombre del difunto y, a veces, algún detalle de su vida, como la condición de esclavo liberado por su dueño del jovencito Eutiques. Hay que destacar que, al ser retratos de busto, la representación muestra a los difuntos con sus mejores ropas y, en el caso de las mujeres, sus joyas, según la moda de la época en que vivió el personaje, lo que ha sido de ayuda también para la datación de los mismos.
Fotografía: Internet - Dominio Público
Fotografía: Internet - Dominio Público
Fotografía: Internet - Dominio Público
Las técnicas utilizadas en estas obras son la pintura al temple y a la encáustica. La primera consistía en mezclar pigmentos diluidos en agua con alguna substancia orgánica (como clara de huevo, p.ej.) mientras que la segunda técnica consistía en mezclar los pigmentos con cera de abejas en caliente y aplicar el color antes que enfríe. A veces, para las joyas se utilizaba oro. Se pintaba el retrato sobre una delgada tabla de cedro, tilo, roble, ciprés o sicomoro, previamente imprimada con yeso. El retrato se colocaban sobre el rostro de la momia y quedaba sujeto mediante las vendas que la envolvían.
Walters Art Museum, Baltimore
Fotografía: Internet - Dominio Público
Fotografía: Internet - Dominio Público
Eton College, Myers Collection, Windsor
Fotografía: Internet - Dominio Público
Estos retratos aparecieron por primera vez en Europa a fines del siglo XIX, como consecuencia del saqueo de tumbas y su comercialización por inescrupulosos “marchands”, por lo que se desconocía el lugar exacto de procedencia, por más que estaba reconocido que pertenecían al Egipto de época romana. Un comerciante de arte alemán, Theodor Ritter von Graff, llegó a poseer más de 30 y organizó una exposición itinerante con ellos. Fue el arqueólogo británico William Matthew Flinders Petrie, quién habiendo iniciado excavaciones en la necrópolis de Hawara, en la región de El Fayum, encontro decenas de momias con retratos similares a los que se habían visto en Europa. Petrie, uno de los padres de la investigación arqueológica sistemática, llevó a El Cairo y a Londres varias momias completas con su retrato, posibilitando el estudio del conjunto.
Museo Británico
Fotografía: Internet - Dominio Público
Museo Nacional de El Cairo
Fotografía: Internet - Dominio Público
Pero la incógnita es: ¿en qué momento eran pintados?, ¿el retratista pintaba al difunto copiando otro retrato?, ¿tomaba los rasgos del cadaver y le añadía la apariencia de vida? Algunos investigadores suponen que tales retratos eran realizados en vida y permanecían en la casa del retratado hasta el momento de colocarlos en la momia. En cualquier caso, esta colección de retratos no son sólo obras de arte o antigüedades; tienen una particularidad que los hace únicos: son retratos de “gente común”, no son reyes ni emperadores, nobles, altos funcionarios o personajes famosos en su época; son comerciantes o artesanos, padres, madres, hermanos o hijas, con leyendas de despedida, de amor o de dolor. Son el último vestigio de los habitantes de una lejana sociedad que nos han dejado el testimonio de su rostro.