Fotografía del autor
Fotografía: Dominio Público (vía Wikimedia Commons)
iuseppe Arcimboldo, nacido en Milán, Italia, alrededor de 1530 y fallecido en la misma ciudad en 1593. Fue pintor, diseñador y artesano y sus primeras obras no presentan ninguna particularidad que las destaque de las de otros pintores de la región. Diseñó vitrales para la catedral de Milán; tapices para la catedral de Monza y pintó algunos frescos en la catedral de Como. En 1562 es llamado por la corte imperial de Viena donde se desempeñará como pintor de cámara para el emperador Fernando I, luego para su sucesor Maximiliano II y, finalmente para su hijo Rodolfo II, quien trasladó la corte a Praga. Tampoco será su actividad como retratista de la corte la responsable de su fama póstuma. Pero es allí donde se pondrá de manifiesto esa fantasía e imaginación que lo diferencia hasta hoy del resto de los pintores de su época. Inventó un tipo de retrato compuesto por animales, flores, frutos y objetos combinados, sin ningún elemento real de un rostro, logrando con esta yuxtaposición una forma de fuerte parecido a una cabeza humana. Pintados con la meticulosidad de un miniaturista y la calidad de un consumado maestro, algunos eran retratos satíricos de personajes de la corte o alegorías de los oficios, otros aludían a las estaciones del año, —construídas con frutos propios de la estación—, o a los cuatro elementos de la naturaleza según los antiguos (aire, agua, tierra, fuego). A pedido del emperador, realizó varias copias de estas series que el monarca regalaba a otros reyes europeos. También creó retratos invertidos, obras que puestas en un sentido eran un retrato y girados 180º, un bodegón.
Se lo ha querido ver como un precursor del Surrealismo del siglo XX[1], pues ellos lo descubrieron y por lo caprichosamente original de sus combinaciones formales, podían reconocerse e inspirarse. Pero la exploración del subconsciente y de las imágenes oníricas, propias de ese movimiento artístico contemporáneo, era absolutamente ajena a la intención de Arcimboldo y, obviamente, al marco cultural de su época. Más bien debemos ubicarlo en su propio contexto histórico de fines del Renacimiento, donde la sensibilidad manierista de la transición hacia el Barroco, con su gusto por lo caprichoso, la metáfora artificiosa, su curiosidad por lo insólito o paradojal y su deseo de ir contra lo establecido eran la característica de la época dentro de las elites intelectuales y sus mecenas. Esta fue también una época donde el interés por la naturaleza y por el Hombre ya había reemplazado plenamente al misticismo medieval (lo que no debe interpretarse como una reducción del sentimiento religioso). En la pintura, el retrato y el paisaje natural empleado como fondo de cualquier tema, incluido los retratos, eran prácticas carácterísticas del Renacimiento, que reflejaban esos nuevos intereses. Es la época también en que la exploración de efectos ópticos descubre la . Los coleccionistas solían dedicar igual atención a la adquisición de obras de arte y de curiosidades naturales de todo tipo.[2] Arcimboldo sintetiza en sus retratos, con fantasía y original inventiva, esa nueva orientación del pensamiento enfocada hacia la contemplación e investigación de la naturaleza, que, en el siglo anterior, produjo por un lado, el "renacer" de la búsqueda científica de conocimiento sobre el Hombre y el mundo que habita, y por otra parte, la renovación de las artes plásticas occidentales.
Serie: Las Estaciones del Año
Óleo s/tabla, Real Academia de San Fernando, Madrid
Fotografía: Google Art Proyect / Dominio Público (vía Wikimedia Commons)
Óleo s/tabla, Kunsthistorisches Museum, Viena
Fotografía: Google Art Proyect / Dominio Público (vía Wikimedia Commons)
Óleo s/tabla, Museo del Louvre
Fotografía: Museo del Louvre / Dominio Público (vía Wikimedia Commons)
Óleo s/tabla, Kunsthistorisches Museum, Viena
Fotografía: Dominio Público (vía Wikimedia Commons)
En el siglo XVI la cosmopolita corte del emperador en Praga devino un centro de arte internacional, donde Arcimboldo se movía con soltura. Creó una imagen fantástica de la corte, diseñando vestidos, accesorios y decoraciones para reuniones y fiestas imperiales. El Emperador Rudolf II, además de encargarle la realización de innumerables pinturas, le dió la tarea de buscar y comprar obras de arte y curiosidades naturales. En 1587 Arcimboldo regresó a Milán, autorizado por Rudolf II, pero mantuvo el contacto con el Emperador. En la ciudad abrió un taller que mantuvo activo hasta su muerte.
Serie: Los Elementos
Óleo s/tabla, Kunsthistorisches Museum
Fotografía: Dominio Público (vía Wikimedia Commons)
Óleo s/tela, Colección Privada
Fotografía: Dominio Público (vía Wikimedia Commons)
Óleo s/tabla, Colección Privada
Fotografía: Dominio Público (vía Wikimedia Commons)
Óleo s/tabla, Kunsthistorisches Museum
Fotografía: Dominio Público (vía Wikimedia Commons)
Sobre la inspiración para esta serie de Los Elementos, Cäesilia Bischoff en la Breve guia del Kunsthistorisches Museum, Viena, 2010, afirma que surgió de los poemas que en 1569 el humanista Giovanni Baptista Fonteo, escribió dedicados a Maximiliano II: «Basados en la filosofía aristotélica de la comparabilidad del microcosmos y el macrocosmos, los poemas formulan un elogio general para el gobernante. El emperador tiene poder sobre el estado y la gente y, por tanto, sobre la naturaleza y el mundo». Arcimboldo, al igual que los poemas de Fonteo, ensalza con estas pinturas a su mecenas y empleador.
¿Retrato con Vegetales...
Museo Cívico Ala Ponzone, Cremona, Italia
Fotografía: Dominio Público (vía Wikimedia Commons)
...o Bodegón?
Fotografía: Dominio Público (vía Wikimedia Commons)
Hacia el final de su vida, envió al emperador un retrato representándolo como el dios griego Vertumno. De esta misma época es Flora. En ambas obras su calidad como pintor llegan a su máximo nivel. El mítico Vertumno (o Vortumnus), dios de las cosechas y la abundancia, es utilizado por Arcimboldo para pintar este bizarro retrato del emperador Rudolf II de Habsburgo. Su pintura podría parecer algo irreverente, pero de hecho es la manifestación de su vehemente búsqueda de nuevas ideas y su exploración de diferentes modos de expresión. Su retrato de Rudolf II de Habsburgo da absolutamente una buena impresión del Emperador. Éste lo inducía a romper las reglas usuales y soltar su imaginación y creatividad para provocar reacciones y emociones con su arte. Este retrato junto con otras pinturas y objetos estaban en el Wunderkammer (literalmente, "cuarto de maravillas") del emperador; luego del saqueo de Praga por parte del ejército sueco, durante la guerra de los Treinta Años (1618 - 1648), fueron diseminados por toda Europa. Al igual que el Bosco, también tuvo imitadores que buscaron ocultar su mediocridad artística intentando copiar la idea original de Arcimboldo.
ca. 1590, Óleo s/tela, Palacio de Skoklosters, Suecia
Fotografía: Dominio Público (via Wikimedia Commons)
Fotografía: GusGarp83, CC BY-SA 4.0, (via Wikimedia Commons)
ca. 1590, Óleo s/tela, Palacio de Skoklosters, Suecia
Fotografía: Dominio Público (via Wikimedia Commons)
Fotografía: GusGarp83, CC BY-SA 4.0, (via Wikimedia Commons)