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Ravael Sanzio


Presunto autorretrato de Rafael, aprox. a los 23 años, ca. 1504-1506
Témpera s/tabla, Palacio Pitti, Florencia

Fotografía: Internet - Dominio Público (vía Wikimedia Commons)
E

l menor de los tres grandes maestros de la tercera generación del Renacimiento italiano, Raffaello Sanzio, conocido como simplemente Rafael nació en Urbino en 1483 y falleció en 1520 en Roma (curiosamente, el 6 de abril en ambos casos), a la edad de treinta y siete años. A pesar de su corta existencia, fue considerado por sus contemporáneos en el mismo nivel de excelencia artística que Leonardo y Miguel Ángel, mayores que él en treinta y un años el primero y en ocho años el segundo. En la actualidad, la crítica de arte lo valora no tanto por la originalidad de sus obras, que delatan la influencia de ambos genios y de otros grandes artistas de la época, sino por la ductilidad de su talento, capaz de integrar en su obra todas esas influencias, en una perfecta y equilibrada síntesis, que sirvió de modelo inspirador para muchos pintores posteriores hasta el siglo XIX.

Era hijo de un pintor de modestas cualidades y de muy pequeño demostró una precoz habilidad para el dibujo por lo que se lo consideraba un niño prodigio. Se crió en el ambiente de la pequeña nobleza de Urbino donde su padre era el pintor de la corte del duque. Esto le valió la posibilidad de adquirir las maneras elegantes y las habilidades sociales necesarias para moverse con soltura en los círculos de la alta sociedad, que años más tarde le serían de gran utilidad en su carrera. Huérfano a los 11 años, sus años de formación son materia de controversia entre los historiadores, pero, por el análisis estilístico parece seguro su paso por el taller de Pietro Vanucci, llamado el Perugino, en la ciudad de Perugia, donde residió desde 1499 hasta 1504 en que se traslada a Florencia.

Presunto autorretrato de Rafael adolescente
ca. 1499, Pastel negro, Ashmolean Museum

Fotografía: Dominio Público (vía Wikimedia Commons)

El Perugino era de una generación de maestros que necesitaba tener un taller con muchos ayudantes bien calificados para hacer frente a la multiplicidad de encargos que recibía. La serenidad y armonía de sus obras donde nada aparece rígido ni forzado en diseños de sencilla claridad y la «manera suave y devota», según Gombrich, de sus cuadros de altar, le habían dado un sólido prestigio. En ese contexto se forma el joven Rafael. En Florencia se encontrará con una ardua rivalidad que enfrentaba a Leonardo y Miguel Ángel que estaban creando nuevas concepciones artísticas. Rafael no se amilanó ante la reputación de esos grandes maestros, él había venido a aprender. Si bien no tenía los conocimientos de uno ni la fuerza expresiva del otro, frente al genio intratable de ambos, la dulzura de caracter de Rafael la abría las puertas de los mecenas más influyentes. Es reconocido como maestro y comienza a contratar sus primeros trabajos. De esta época es “Desposorios de la Virgen”, realizado para la Iglesia de San Francisco en Città di Castello.En Florencia, donde esperaba recibir importantes encargos, incorpora a su obra aspectos y técnicas aprendidas de Signorelli, Fra Bartolomeo y, especialmente, el claroscuro y el sfumato de Leonardo. En esos años en Florencia, Miguel Ángel trabajaba en el “David” y, junto con Leonardo, decoraban con sendos frescos la Sala del Consejo del Ayuntamiento. Rafael permanece en Florencia cuatro años y, a pesar que los grandes encargos que esperaba no se concretan, realiza una parte muy importante de su obra pictórica.

De esta época son: una pequeña tabla de “San Jorge y el dragón”, donde despliega un nuevo dinamismo en la composición; una notable serie de retratos como el de “Agnolo Doni” y el llamado “La muda”, un retrato de mujer considerado como unos de los rostros más expresivos pintados en el Renacimiento; y una admirable serie de Madonnas de serena belleza, vivo y luminoso colorido con claros paisajes como fondo. La primera de estas madonas, y probablemente de las más conocidas por haber sido incansablemente reproducida en estampas, es la “Madonna del Gran Duque” cuya aparente sencillez es el resultado de una realización profundamente meditada, concebida con esmero e un gran saber artístico. Ha servido de modelo de perfección a generaciones de artistas sin que nadie pudiera igualarla. «La manera del modelado del rostro de la Virgen fundiéndose con la sombra, la manera de hacernos sentir Rafael el volumen del cuerpo envuelto airosamente en el manto que cae con soltura desde los hombros, la firmeza y ternura con que ella sostiene al Cristo niño, todo contribuye a producir una sensación de equilibrio perfecto.»[1] Las pinturas de Rafael cumplen con exactitud la máxima de Alberti cuando afirmaba que en una composición «nada puede agregarse o quitarse sin dañar» y lo logra con tal naturalidad sin que nada aparezca forzado o artificioso, que hace pensar que no podría haber sido hecho de otro modo.

Rafael, “Desposorios de la Virgen”, 1504, Óleo sobre tabla; 170 x 117 cm, Pinacoteca di Brera, Milán
Rafael, Desposorios de la Virgen, 1504
Óleo sobre tabla; 170 x 117 cm, Pinacoteca di Brera, Milán

Fotografía: Internet - Dominio Público
Rafael, Madonna del Gran Duque, 1505
Óleo s/tabla, 84 x 55 cm, Palacio Pitti, Florencia

Fotografía:
Rafael, Retrato de Mujer llamado “La muda”, ca. 1507
Óleo s/tabla, 65.2 x 48 cm, Palacio Ducal de Urbino

Fotografía:

Otras obras de esta serie son “La Virgen del jilguero”, “La bella jardinera”, la “Sagrada Familia con Santa Isabel y San Juan”, (también llamada “Madonna Canigiani”) y la “Sagrada Familia del cordero”. En ellas el clasicismo de Rafael llega a su máxima expresión, en equilibradas composiciones triangulares que recuerdan a Leonardo, y que están llenas de una gracia natural, serena y plenas de vitalidad.

Rafael, “La Bella Jardinera”, 1507, Óleo s/tabla, 122 x 80 cm, Museo del Louvre, París
Rafael, La Bella Jardinera, 1507,
Óleo s/tabla, 122 x 80 cm,
Museo del Louvre, París

Fotografía: Dominio Público (vía Wikimedia Commons)
Rafael, Sagrada Familia con Santa Isabel y San José
1507-1508, Óleo s/tabla, 132 x 98 cm,
Alte Pinakothek, Munich

Fotografía: Dominio Público (vía Wikimedia Commons)
Rafael, Sagrada Familia del cordero, 1507
Óleo s/tabla, 28 x 21 cm
Museo del Prado, Madrid

Fotografía: Dominio Público (vía Wikimedia Commons)
Rafael, “Madonna del Jilguero”, ca. 1507, Óleo s/tabla, 107 x 77 cm, Galleria degli Uffizi, Florencia
Rafael, Madonna del Jilguero, ca. 1507
Óleo s/tabla, 107 x 77 cm
Galleria degli Uffizi, Florencia

Fotografía: Dominio Público (vía Wikimedia Commons)

Por sugerencia de su amigo Bramante, Rafael, que en ese momento tenía 25 años, es llamado a Roma por el papa Julio II en 1508; en ese momento, Bramante dirigía las obras de la nueva basílica de San Pedro y Miguel Ángel iniciaba los frescos de la bóveda de la Capilla Sixtina. El papa le encarga entonces la decoración de varias salas de sus aposentos privados, las que serán conocidas como las stanze, las Estancias Vaticanas o Estancias de Rafael, probablemente la obra cumbre de su talento, por lo que merecen analizarse en detalle en página aparte. En ellas Rafael demostró su maestría en la perfección del dibujo y la armónica composición de vastas escenas con multitud de personajes en movimiento. En cada una de estas salas pintó una serie de frescos en las paredes y el cielorraso con la ayuda de sus aprendices y asistentes, entre los que se contaban Giulio Romano, Gianfranccesco Penni, Guillaume de Marcillat, entre otros de un taller que llegó a contar con cerca de 50 miembros trabajando bajo sus órdenes. Es dificil hacerse una idea clara de la magnitud de la obra en las Estancias a través de fotografías y reproducciones; es necesario pasar algún tiempo en las salas para llegar a apreciar la armonía y variedad del plan de conjunto y sentir en su verdadera magnitud la imponencia de esos frescos semicirculares, algunos de más de siete metros de diámetro.

Rafael, La Escuela de Atenas, 1508-1510, Fresco
Estancia de la Signatura, Ciudad del Vaticano

Fotografía: Internet (vía lasestanciasderafael.es)
Rafael, Expulsión de Heliodoro del Templo, 1511
Estancia de Heliodoro, Ciudad del Vaticano

Fotografía: Museos Vaticanos