Giotto di Bondone

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Giotto di Bondone


Giotto
Presunto retrato de Giotto, ca. 1490 / 1550, fragmento de una obra de autor anónimo
con retratos de cinco pintores famosos expuesta en el Museo del Louvre, París.

Fotografía: Museo del Louvre - Dominio Público (vía Wikimedia Commons
N

acido hacia 1265 o 1267 en un pueblo cercano a Florencia, y fallecido en 1337 en Florencia, Giotto, siguiendo la tendencia ya insinuada por Duccio y su maestro Cimabue, puede ser considerado el iniciador de la renovación profunda en el arte figurativo occidental que comenzó en el siglo XIV en Florencia, como una manifestación, en el campo de las artes plásticas, de las nuevas corrientes de pensamiento teológico europeo, donde la influencia del aristotelismo, desplaza al neoplatonismo escolástico dominante en la teología cristiana hasta el siglo XII. Renovación que se conoce en la Historia como el “Renacimiento”.

Hijo de un campesino, según Vasari, pasó su infancia como pastorcillo de ovejas. Fue discípulo de Cimabue (aunque esto es discutido) y a los 30 años su fama ya se expandía por toda Italia, recibiendo encargos de numerosas ciudades. Pisa, Parma, Arezzo, Florencia, Roma, Urbino, Milán, Nápoles y muchas otras, tuvieron su presencia y su talento volcado en obras encargadas por la nobleza, órdenes religiosas e, incluso, el Papa. Ya en pleno Renacimiento, Bocaccio en el Decamerón, escrito poco más de diez años después de la muerte del artista, dijo que Giotto «...sacó de nuevo a la luz el arte que durante muchos siglos había yacido sepultado bajo el error de algunos que pintaban más por deleitar los ojos de los ignorantes que por complacer la inteligencia de los entendidos». Bocaccio hace referencia en esta cita a la función que la Iglesia había conferido a las imágenes durante los siglos medievales, como modo de hacer llegar la enseñanza cristiana a quienes, por no saber leer, no podían acceder al texto bíblico.

Varias anécdotas (¿leyendas?) han sido relatadas por sus biógrafos, Vasari entre ellos; aunque no sea posible certificar históricamente su veracidad, no dejan de ser un reflejo de la admiración que su talento despertó en su época. Una de ellas refiere que, siendo niño aún, estaba pastando sus ovejas y pasaba su tiempo dibujándolas sobre las piedras con una tiza. Acertó a pasar por allí Cimabue y admirado por el realismo tridimensional de su dibujo, fue hasta la casa del niño para convencer a su padre de que le permitiera llevarlo a su taller como aprendiz. Parece cierto que, efectivamente, fue discípulo de Cimabue, pero, sobre su llegada al taller, otras versiones cuentan que, habiendo sido enviado a Florencia por su padre para trabajar como aprendiz de un mercader de lana, había tomado la costumbre de ir en su tiempo libre, al taller del que sería su maestro, para ver a los artistas trabajar. Dado su interés por el arte, luego de mucho insistir logró que su padre solicitara su ingreso en dicho taller.

Vasari refiere que era un aprendiz alegre y bromista y, cierta vez, pintó una mosca sobre la nariz de un retrato y tan realista era que Cimabue intentó espantarla con la mano hasta que se dió cuenta que estaba pintada. Esa capacidad cimentó su renombre como pintor; un contemporáneo de Giotto, el banquero y cronista de su época, Giovanni Villani, se refirió a él como «...el maestro de pintura más soberano de su tiempo, quien dibujó todas sus figuras y sus posturas de acuerdo con la naturaleza». Era un hombre afable y conversador, que trataba a todos, nobles o plebeyos, con igual deferencia; de vida hogareña y permanente buen humor; tuvo tres hijos y llevaba una vida austera, lo que le permitió, dado los numerosos encargos que tuvo a lo largo de su vida, llegar al fin de sus días como un hombre acaudalado.

Giotto cambia todos los conceptos que habían orientado la pintura medieval hacia una sensillez y claridad que la hicieran facilmente comprensible para los espíritus más simples. Retorna al modelado tridimensional de las figuras mediante las sombras en los rostros y pliegues de la ropa, como mil años antes lo había hecho el arte greco-romano; pero no se detiene allí; siguiendo las enseñanzas de predicadores y libros de catequesis que exhortaban a los fieles a representar en sus mentes las escenas bíblicas como si estuvieran sucediendo ante ellos, Giotto ambienta sus obras en paisajes naturales o en espacios interiores, construidos con coherencia, unidad visual y una notable ilusión de profundidad, de modo tal que parecen incluir al propio espectador en la escena que se desarrolla ante sus ojos.

Capa
Giotto, Donación de la capa, ca. 1297/99, Fresco
Ciclo sobre la vida de San Francisco de Asis
Basílica de San Francisco, Asis Italia

Fotografía: Dominio Público (vía Wikimedia Commons)
Arezzo
Giotto, Expulsión de los demonios de Arezzo
ca. 1297/99, Fresco
Ciclo sobre la vida de San Francisco de Asis
Basílica de San Francisco, Asis Italia

Fotografía: Dominio Público (vía Wikimedia Commons)
Homenaje
Giotto, Homenaje de un hombre sencillo, 1297/99, Fresco
Ciclo sobre la vida de San Francisco de Asis
Basílica de San Francisco, Asis, Italia

Fotografía: Dominio Público (vía Wikimedia Commons)

Éxtasis
Giotto, Éxtasis de San Francisco, 1297/99, Fresco
Basílica de San Francisco, Asis, Italia

Fotografía: Internet

Giotto, Frescos de la Capilla Scrovegni, vista general hacia la entrada. Realizados entre 1305 y 1306, Padua, Italia
Giotto, Capilla Scrovegni, vista hacia la entrada
con el Juicio Final en la pared posterior
1305 - 1306, Padua, Italia

Fotografía: Internet, Historia National Geographic (sin atribución)

Las primeras obras en las que comienza a aparecer este nuevo concepto pictórico parecen ser los frescos que pintó, terminando el siglo XIII, en la Iglesia superior de la Basílica de San Francisco de Asís, con escenas del Antiguo Testamento y de la Vida de San Francisco. Estos últimos son los más conocidos por sus retratos que rebosan de bondadosa humanidad al punto de haber influido mucho en la imagen popular que se tiene del santo. Bien es cierto que la atribución a Giotto de estos frescos ha generado una gran polémica entre los estudiosos, por las diferencias muy notorias de técnica y estilo que se encuentran al ser comparados con los de la Capilla Scrovegni. Actualmente hay cierto concenso mayoritario en atribuirlos a Giotto con la salvedad de que habría habido una importante intervención de los ayudantes de su taller en la realizacion. Los frescos ocupan la parte inferior de tres paredes del templo y relatan visualmente 28 episodios de la vida del santo según el texto de la “Leyenda mayor”, biografía escrita por San Buenaventura.

Pero fue en la decoración de la Capilla Scrovegni, en Padua, donde las innovaciones de Giotto llegan a su plena madurez. Enrico Scrovegni, banquero inmensamente rico y con grandes ambiciones políticas, construyó en los primeros años del 1300 un gran palacio (hoy desaparecido) con una pequeña capilla anexa, prometida para expiar los pecados de su padre, un notorio usurero —actividad severamente condenada por la Iglesia—, al que Dante retrató en su Divina Comedia de modo para nada halagüeño. La capilla debía servir asimismo como oratorio familiar y como capilla mortuoria para Enrico y su esposa. Fue construida sobre las ruinas de un antiguo anfiteatro romano (por lo que, en algunos tratados, se la denomina como “Capilla de la Arena”), y los Scrovegni encargaron a Giotto, cuya fama ya se había extendido por toda Italia, la decoración de la capilla.

Giotto y su taller (cerca de 40 personas) realizaron tres hileras de frescos en las paredes laterales con escenas de la vida de Cristo y de la Virgen; bajo éstas una serie de grisallas (monocromáticas) a modo de zócalo, representan los Vicios y las Virtudes. La bóveda fue pintada de azul con estrellas y medallones con los profetas y una Virgen con el Niño en el centro; en el lado interior de la fachada, donde se halla la puerta de entrada, Giotto pintó un Juicio Final. La pared opuesta conforma un “arco triunfal”[1] alrededor de la abertura hacia el estrecho coro que termina en un ábsidepoligonal con el altar. En lo alto de ese arco Giotto pinta una escena poco usual en la iconografía cristiana: Dios instruyendo al arcangel Gabriel para que realice la Anunciación a María, la que se representa debajo, a nivel de la imposta del arco, con el arcangel a un lado de la abertura y María al otro.

Giotto, Frescos de la Capilla Scrovegni, vista general hacia el altar. Realizados entre 1305 y 1306, Padua, Italia
Giotto, Capilla Scrovegni, vista general hacia el altar
Fotografía: Internet
Fachada
Capilla Scrovegni, Vista exterior
Fotografía: Andrea Piroddi CC BY-SA 3.0 (vía Wikimedia Commons)
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Expulsión de San Joaquín del Templo
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San Joaquín desolado, marcha al desierto con sus rebaños
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Desposorios de la Virgen
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Nacimiento del Niño Jesús
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La Adoración de los Reyes Magos
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Presentación del Niño en el Templo
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La Huida a Egipto
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Jesús entra al Templo de Jerusalén
9 / 16
El beso de Judas
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Crucificción de Cristo
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Lamentación de Cristo
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Ascensión de Cristo
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El Juicio Final
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El Juicio Final, detalle
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El Juicio Final, detalle
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El Juicio Final, detalle


Giotto, Capilla Scrovegni, Sacristía perspectivada
Fotografía: Internet

Giotto utilizaba todos los recursos de la imagen para dar a las escenas que pintaba una gran claridad y fuerza comunicativa: los gestos, las actitudes corporales y las expresiones de los rostros, trasuntan los estados de ánimo de los personajes y el significado bíblico de la situación que relata, de forma clara pero, a la vez contenida, sin caer en exageraciones y con un realismo que la pintura medieval no había alcanzado hasta ese momento.

En estos frescos, el tratamiento del volumen de las figuras, del escorzo e, incluso, de la perspectiva, llega a un nivel muy próximo a la perfección que alcanzarán los maestros del Renacimiento, recién un siglo después. En el tema de la perspectiva, Giotto intuitivamente realiza algunas imágenes de una perfección notable, más de cien años antes que Brunelleschi desarrollara el método matemático de esa técnica y Masaccio la empleara por primera vez en 1425 en el fresco de La Santísima Trinidad, en la iglesia de Santa María Novella, Florencia. Las vistas de las sacristías simuladas a ambos lados del arco que separa el altar de la nave en la Capilla Strovegni son la prueba del genio de Giotto y cuan adelantado a su época estaba.

Además de esta famosa capilla, Giotto realizó la decoración de dos capillas en Florencia: la capilla Bardi y la capilla Peruzzi, familias propietarias de las casas de banca europeas más importantes de la época; y los frescos de la capilla de la Magdalena en la Basílica inferior de Asís. Ocupó el cargo de maestro de obras del Duomo de Florencia para la que proyectó el campanario; trabajó en Nápoles para el rey Roberto de Anjou y en Milán para Azzone Visconti. Dirigió con firmeza un eficiente taller del que salían cantidad de pinturas sobre tabla, de gran envergadura y calidad, como el Políptico de Bolonia y el Políptico Baroncelli, la Madonna de Todos los Santos y muchos encargos más. Estos trabajos, hbitualmente eran donaciones que acaudaladas familias hacían a la iglesia de su devoción o encargaban para la decoración de su capilla personal. Obras que hoy se hallan en su mayoría de los museos de Europa y América.

Giotto, Maestà, o Madonna di Ognissanti, ca. 1337
Óleo s/tabla, Galeria degli Uffizi, Florencia, Italia

Fotografía: Gogle Art Proyect
Crucifijo
Giotto, Crucifijo, Santa María Novella, Roma
Fotografía: Internet (vía Wikimedia Commons)

Giotto pintó su famosa “Madonna di Ognissanti”, una pieza de altar, para la Iglesia de Todos los Santos en Florencia; representa la Madonna entronizada con su Hijo rodeada por ángeles y santos, un antiguo patrón iconográfico llamado Maestà en el que la Virgen es representada como Reina del Paraiso. El Niño está en actitud de bendecir y ambos miran directamente al fiel que contempla la pintura. El intento de perspectiva del trono es una muestra de una idea constante en la obra de Giotto: reconstruir con efectos ilusionistas en una superficie de dos dimensiones un espacio tridimensional. Esta idea significa devolver a la realidad que se percibe con los propios sentidos un valor que, conocido por la Antigüedad, había perdido vigencia durante la Edad Media en favor de una realidad ultraterrenal, alejada del mundo, considerada como la verdadera y única valorable, consecuencia de la influencia que las ideas platónicas tuvieron sobre los teólogos cristianos de los primeros siglos de nuestra era. En cambio, esta revalorización de la realidad que va a conducir a la recuperación del realismo greco-romano en pintura y escultura, es reflejo de las ideas aristotélicas que ya impregnaban ciertas corrientes del pensamiento intelectual y teológico del siglo XIII y XIV, representadas por Santo Tomás de Aquino y Guillermo de Ockam.

También Giotto se adelanta a su tiempo en lo que respecta al prestigio personal del artista. Su fama se difundió por todas partes y su influencia llegó hasta los pintores holandeses. Los florentinos estaban orgullosos de él, se preocupaban por su vida y contaban anécdotas sobre su ingenio y habilidad. Una de ellas aseguraba que cuando el Papa Bonifacio VIII mandó un enviado hasta el taller de Giotto para averiguar a qué se debía la fama que ya recorría toda Italia, Giotto tomó un lienzo blanco, sumergió un pincel en pintura y, a mano alzada y de un solo trazo, dibujó un círculo perfecto. Según Vasari, mientras esto hacía, le dijo al mandadero papal «La valía de este trabajo será reconocida». Al Papa ya no le quedaron dudas.

Si bien siempre hubo maestros que fueron muy estimados en su tiempo, ninguno suponía que sus nombres habrían de ser recordados por la posteridad, ni siquiera los propios artistas aspiraban a trascender de tal modo. Eran considerados, y se consideraban a sí mismos, como cualquier artesano, herrero, sastre o ebanista. Rara vez firmaban sus obras por lo que desconocemos la mayoría de los nombres de los maestros que realizaron las pinturas o esculturas del período medieval. Solamente la investigación documental de cartas, contratos u otros documentos, ha permitido recuperar algunos nombres. En este sentido, la fama que adquiere Giotto en vida, inaugura un nuevo capítulo de la Historia del Arte que, primero en Italia y luego en el resto de Europa, pasará de ser una historia de las grandes obras de arte a ser una historia de la producción de los grandes artistas.


Notas


[1] Arco Triunfal; arco que en las iglesias separa el presbiterio (o el ábside, en las plantas que no tienen presbiterio o coro) de la nave principal.